“Había Kahuña (el Cielo). Los Kahuhana vivían allí, como ahora. Son hombres buenos y sabios. No se morían; no había enfermedad, maldad, ni guerra. El mundo entero era el cielo. Nadie trabajaba ni buscaba comida; la comida estaba siempre preparada, lista.
No había animales, demonios, nubes ni vientos. Había luz. En lo más alto del cielo estaba Wanadi, como ahora. Daba su luz a la gente Kahuhana, alumbraba todo, hasta en lo más bajo, la Tierra. Por el poder de esa luz, la gente estaba siempre alegre, tenía vida, no podía morir.[…]
Wanadi dijo: –Quiero hacer gente allá abajo–. Envió su mensajero, un damodede. Nació aquí para hacer casas y gente buena, como en el Cielo. El damodede era espíritu de Wanadi.[…]
El primer Wanadi de aquí se llamaba Seruhe Ianadi, el Inteligente. Cuando llegó, trajo sabiduría, el tabaco, la maraka y los wiriki. Fumaba, cantaba. Fumando, cantando, hizo la gente, la gente antigua. Eso fue mucho antes de nosotros, los hombres de ahora.
Cuando nació aquel espíritu, cortó su ombligo y enterró la placenta.[…] no sabía. Ahora los gusanos de la tierra se metieron en la placenta; se la comieron. Se pudrió la placenta; pudriéndose, nació un hombre, una criatura humana, fea y mala, cubierta de pelos como un animal. Era Kahú. Tiene varios nombres; también lo llaman Kahushawa, Odo’sha.[…]
Ahora él es el dueño de la tierra; a causa de él, sufrimos aquí, tenemos hambre, enfermedades y guerras.[…] es el ancestro de todos los Odoshankomo. Ahora, a causa él, morimos.
Cuando se pudrió la placenta del antiguo Wanadi, Odo’sha salió de tierra con una lanza. Dijo – Esta tierra es mía. Ahora habrá guerra. Botaré de aquí a Wanadi.Engañó a los hombres que acababan de nacer; les enseñó a matar.[…]Los hombres fueron cambiados en animales, como castigo. Seruhe Ianadi ya no podía hacer nada en la Tierra, a causa de Odo’sha. Se volvió al Cielo.
Aquella gente antigua se quedó con Odo’sha, como animales. No quedó gente de Wanadi en la Tierra. Así terminaron los primeros hombres.
El nacimiento de Kahú (Odo’sha) en la Tierra antigua, es una señalpara nosotros, los hombres de ahora. Cuando nace un niño, no debemos enterrar la placenta: se pudre, le caen gusanos, un nuevo Odo’sha nace otra vez, como al principio, para hacerle daño al niño, matarlo. […]
Nosotros guardamos la placenta, cuando nace el niño, en un nido de comejenes.Allí está bien guardada: no le entran gusanos. Ahora sí, se puede enterrar el nido de comejenes.
Esa era la historia de la gente antigua. Eso es todo.
Bibliografía: En: Marc de Civrieux. Watunna. Mitología makiritare. Caracas: Monte Ávila Editores, 1970).